Publicado en La Razón, martes 9 de enero de 2006
Cardenal Juan Luis Cipriani ¿El pastor que el Perú necesita?
Ricardo Sánchez-Serra*
El 30 de enero de 1999, el entonces arzobispo de Ayacucho, Juan Luis Cipriani Thorne, asumió la diócesis de Lima. Cierto sector de la prensa y los "caviares" e izquierdistas jurásicos criticaron en forma dura y abierta la decisión de Su Santidad Juan Pablo II –que luego ungió de Cardenal en el 2001–, por su actitud firmemente antiterrorista y devolver la paz a Ayacucho, y asimismo por pertenecer a la Prelatura del Opus Dei, considerada por ellos como la organización ultraderechista de la Iglesia Católica.
Para quien desconoce esta institución, que fue fundada por San Josémaría Escrivá de Balaguer en l928, su actividad "se resume en la formación de los fieles de la prelatura para que desarrollen —cada uno en su propio lugar en la Iglesia y en el mundo— una actividad apostólica multiforme, promoviendo a su alrededor el ideal de la llamada universal a la santidad". Es decir, buscar a Dios en la vida ordinaria. Pero esto es tema de otro artículo.
La dura campaña anti Cipriani, que prevalece hasta nuestros días, motivó que incluso en las encuestas bajara la confianza de la población en la Iglesia, situación que al prevalecer la verdad ha sido revertida ("vincit omnia veritas": la verdad lo conquista todo), siendo la Iglesia la organización de mayor confianza en todo el país y el accionar del prelado abrumadoramente aprobado.
Nuestra impresión es que los injustos ataques al Cardenal, se deben a la franqueza con que defiende la doctrina social o prístina de la Iglesia, así como sus abiertas opiniones sobre el acontecer nacional, que él como primado tiene la obligación de emitirlas para guiar a su rebaño por el camino de la verdad, duela a quien le duela. Cipriani acaba de mencionar que la Iglesia está siendo silenciada cuando habla de defender la vida del no nacido y el matrimonio, la familia.
La Iglesia en todo el mundo está naturalmente contra el aborto, la píldora del día siguiente, el divorcio, el matrimonio homosexual, la adopción de niños por parte de parejas homosexuales.
No se trata que la Iglesia "no esté acorde a los tiempos", es cuestión de dogma, de ética, de defensa de los valores, que por más que pasen los años tienen validez "in perpetuum". En lo político, últimamente sus duras críticas a la Corte Interamericana de Derechos Humanos por su discutido fallo a favor de los terroristas, al Sutep que "no puede ser el "dueño" de la educación en el país", a las autoridades "a que sirvan al país con honestidad", que el establecimiento de la pena de muerte merece una "reflexión profunda", etc.,etc. son palabras que merecen ser escuchadas por el alto valor moral de Su Eminencia.
Finalmente, les recomiendo leer su último libro "Hacia una Nación con Valores", que es una recopilación de sus homilías en los Tedéum de los años 2000 al 2006, que son verdaderas "Misas por la Patria", en su propio estilo, polémico y pastoral.
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