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Una
experiencia religiosa
Ricardo Sánchez Serra
Estar con el Papa
es una experiencia sobrenatural. Visitando
Roma hace años me invitan a una reunión con el Papa San Juan Pablo II.
Son tres tipos de reuniones: la Urbi Et Orbi, la privada y con los peregrinos.
Yo estuve en esta última gracias a una estimada amiga que tenía una muy buena
relación con el gobierno de Giulio Andreotti y que intercedió por un pase. Era
un 13 de mayo, aniversario del atentado de Alí Agca.
Juan Pablo II dio
unas palabras y luego caminó por el corredor central, saludando a muy contadas
personas. “Dios mío, que se me acerque y me dé la mano”, me dije. Mi emoción
fue tremenda cuando justo me tocó saludarlo y darle la mano. Detrás de mí
muchas personas querían tocarlo. Le expresé “Giá prefetto Callao, Perú”. Y él
me expresó “¿Peruano?, Dios bendiga al Perú”. Sentí una extraña sensación;
elevado, paz interior, aire fresco, el pecho duro, satisfacción total.
Detrás del Papa
venía un carrito, en donde los feligreses daban regalos a S.S. -no es
obligación- y yo obsequié lo que tenía en la mano. Meses después me llegó un
agradecimiento de la Secretaria de Estado y una bendición.
Asimismo, siguiendo
a San Juan Pablo II se encontraban dos fotógrafos, uno privado y el otro del
L'Osservatore Romano. Del primero, mejor ni hablar, y acudí a la sede de este
último. Habían largas mesas con los negativos de las fotos y luego fui a Caja
para comprar las fotos con el tamaño que deseaba. Las fotografías me llegaron
al mes.
La misma sensación que
sentí al ver al Papa, me dio años antes al entrar en Jerusalén y solo de pensar
que Jesús estuvo allí; visité y recé en el Santo Sepulcro y otros lugares
santos en Belén y Nazareth. Y oré, besé y dejé un mensaje en el Muro de Los
Lamentos.
Muchos
peruanos tuvieron la oportunidad de acercarse a su S.S. Francisco y seguro
experimentaron algo propio. Les quedará grabado para toda la vida, serán más religiosos
y felices y más buenos que antes.
Espero
que la visita del Papa haya despertado el dormido catolicismo de muchos, haya mejorado
la fe de los feligreses y haya sembrado semillas cristianas para los no
creyentes.
La
visita del Vicario de Cristo fue una bendición para el Perú. Además, hay que
mencionarlo, hubo una magnífica organización por parte del Arzobispado de Lima.