Publicado en La Razón y Prensa21
Lima, 27 de marzo de 2020
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Las embajadas y la odisea de
la repatriación de sus compatriotas
Ricardo Sánchez Serra
Las
embajadas y la odisea de la repatriación de sus compatriotas
Ricardo Sánchez Serra
El personal
diplomático, consular y todo el personal de las embajadas extranjeras en el
Perú, están sosteniendo un trabajo extenuante por repatriar a sus
connacionales.
Algunos dirán que es
su obligación, sí. Pero hemos podido comprobar que no solo es su deber, sino
que ponen mucho corazón, ahínco y gran esfuerzo.
No solo es
repatriarlos y ya. Muchos turistas se encontraban en provincias y en lugares
alejados. En la mayoría de los casos traerlos a Lima, mediante puentes aéreos o
terrestres, con la desazón y barrera de estar cerradas todas las rutas.
Además, realizar las agotadoras
gestiones para ubicar a los funcionarios del Gobierno, de la Cancillería, de la
Comisión de Alto Nivel y altos mandos de las Fuerzas Armadas para solucionar
los impasses y que “estuvieron expeditivos, por lo que estamos sumamente
agradecidos”, nos contó un diplomático.
Coordinaciones
milimétricas
Pero, ahí no queda todo.
Paralelamente, tienen que gestionar ante su Gobierno la venida de su aerolínea
de bandera -si tuvieren-, de su Fuerza Aérea o alquilar transportes de líneas
comerciales. Hay que imaginarse todos los trámites que tienen que hacer y eso
que no somos el único país y que sus compatriotas están en todo el mundo.
Entretanto, mientras
se espera que se concreten los vuelos para los extranjeros, sus diplomáticos
tienen que buscar hoteles que los albergue a precio módico y los alimentos. En
varios casos, las embajadas tuvieron que cubrir los gastos, otras no pudieron
hacerlo porque no tenían partida para ello.
Las penurias
continúan para algunos extranjeros, que se han tenido que quedar porque se
encuentran en cuarentena o cuya procedencia es de países lejanos y tienen que
esperar que finalice el cierre de la frontera no solo del Perú, sino también de
otros Estados.
Satisfacción
personal y patriótica
El esfuerzo de los
diplomáticos extranjeros se vio coronado con el éxito cuando sus compatriotas,
por fin, se pudieron embarcar y regresar a su patria. Muchos de ellos, mediante
videos, mensajes o fotos agradecieron la faena de sus representantes.
No menciono los
nombres de los diplomáticos extranjeros, porque podría pecar de omisión, pero
ellos saben a quiénes me estoy refiriendo. ¡Qué orgullo!
Los peruanos hemos podido
conocer con satisfacción y con sana envidia, sobre los innumerables vuelos de
solidaridad extranjeros, saliendo desde Lima, Cusco o Iquitos.
Desde que se decretó
la emergencia sanitaria y el toque de queda en el Perú, la Cancillería convocó
a los diplomáticos extranjeros por grupos –y no a todos- para intercambiar
opiniones y solicitarles que a la hora de repatriar a sus connacionales, se
sirvan traer a los peruanos varados.
Los países que
pudieron así lo hicieron.
¿Y
los peruanos?
También los
diplomáticos peruanos en el exterior no han dormido por
empadronar y ayudar a peruanos varados. Todos han trabajado incansablemente “con
sangre, sudor y lágrimas” por colocarlos en las líneas aéreas que venían al
Perú; asimismo, conseguirles alojamiento y facilitar sus alimentos.
El canciller, Antonio
Meza Cuadra, informó que "ya se repatrió a cuatro mil peruanos y que solo podrán
regresar los más vulnerables". Si son todos, será mejor.
Y, ahora, con las
fronteras cerradas, ¿qué puede hacer el Perú de motu propio?
Aún se está a tiempo
de repatriarlos mediante los “vuelos de solidaridad”, con nuestros propios
aviones de transporte o alquilando vuelos comerciales. Por otra parte, sin
duda, qué falta nos hace tener -como antes- una línea de bandera. Es para
reflexionar.
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