http://aeronoticias.com.pe/noticiero/index.php?option=com_content&view=article&id=55647:hacia-un-periodismo-decente&catid=26:26&Itemid=579
Y en la Web de la Federación de Periodistas del Perú: http://www.fpp.org.pe/hacia-un-periodismo-decente/
Hacia
un periodismo decente
Los periodistas están
cayendo en el hoyo del desprestigio, salvo honrosas excepciones. El off the record que es, o debe ser, nuestro
juramento, al igual que el secreto profesional, así como lo es el hipocrático
para los médicos, está haciendo agua, muy pocos lo respetan.
En los media training, los
expertos, muchos de ellos periodistas o publicistas, aconsejan a sus clientes,
que son políticos, empresarios o funcionarios de gobierno, en no confiar en los
periodistas, salvo que los conozcan muchos años y aún así, con riesgo. Ello
debido al irrespeto del off the record.
A estos clientes se les
hace caer en la trampa para que en el “break time”, los periodistas se les
acerquen y les sigan preguntando. Los clientes creen que ya terminó la
entrevista o la conferencia y, de buena fe, se despachan sin límites. Grande es
la sorpresa cuando sus comentarios en los pasadizos son “publicados”. ¡Fui
engañado! Señalan, agregando gruesos epítetos. Luego, los instructores les
explican que solo es un entrenamiento, que no deben irse de boca y que solo los
voceros son los autorizados para declarar.
La competencia para
realizar las mejores investigaciones, buscar las primicias, enfrentar a
entrevistados, o el afán de notoriedad, hacen que rompamos no una regla, sino
una conducta, un criterio característico de la integridad, de la deontología.
Una llamada telefónica, una
conversación, un whatsApp, un mail,
un mensaje en facebook por in box o
por messenger, un twitter directo, son considerados privados. En mi
concepto es un off the record. Su
difusión debe ser previo consentimiento. Hay que ser correctos y decentes, la
“criollada” no da fama.
Algunos colegas no tienen
bien claro el límite entre el bien y el mal, lo correcto o incorrecto; o si
ponen en peligro la vida de las personas. Recuerdo que un periodista entrevistó
en un vehículo estacionado frente al entonces Ministerio de Defensa, a un
general que denunciaba las irregularidades del entonces poderoso asesor
Vladimiro Montesinos. El periodista tenía camuflado un micrófono y la cámara de
Tv se encontraba a una cuadra. Y se oyó la confesión del militar –al que se le
identificó- que rogaba al periodista guarde el anonimato “por la vida de sus
hijos”.
En otra oportunidad, en un
programa noticioso se difundió confidencialidades de un candidato a alcalde que
opinaba mal sobre otro. No había empezado el diálogo y ya el camarógrafo tenía
secretamente encendida su cámara, cuya conversación salió al aire.
Esas actitudes hacen perder
imagen y prestigio a los periodistas, tendiendo a generalizarse. Ya se nos ve
con sigilo y en muchos casos se nos trata como profesionales de segunda. Se
suma también el caso de los fotógrafos que se tiran codazos para lograr una
mejor toma, o el desorden y los micrófonos en las caras de los entrevistados.
E, incluso, la inadecuada forma de vestirse o estar cochambroso. Sabemos que el
hábito no hace al monje, pero hay que estar presentables. Ello induce a que
muchos nos pierdan el respeto, no nos den la entrevista, nos paseen o nos hagan
esperar en demasía.
Además, nos hacen aparecer
como poco serios cuando en algunas entrevistas personales, radiales o
televisivas, sin previo aviso, el invitado es enfrentado con un competidor o
adversario. ¡Esto es una emboscada! Exclama amargamente. Algunos optan por
retirarse ante la falta de respeto del programa.
El comportamiento tiene que
ser adecuado. Se busca la noticia, no que nosotros hagamos noticia. Acaba de
causar indignación mundial que una periodista húngara pateara a niños y
haciendo zancadillas a los desesperados refugiados. La botaron, al igual que un
periodista que hizo comentarios racistas.
Pero hay periodistas y
periodistas. No necesito mencionar nombres. Ustedes pueden observar su
comportamiento ejemplar, señero, lenguaje eficaz o directo y con prosa; y que,
asimismo, demuestra objetividad, claridad y vasta cultura. La estrella debe ser
siempre el entrevistado, la primicia depende de nuestra preparación y
acuciosidad. Las “echadas” o las “mermeladas” son fácilmente reconocibles.
Imitemos lo bueno y
dignifiquemos el periodismo.
Twitter: @sanchezserra
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