El Látigo del Rufus
Histórica reparación a Libia
Ricardo Sánchez-Serra (*)
El gobierno italiano ha dado una gran lección de moralidad y justicia a las ex potencias coloniales al brindar sus excusas al Estado libio por “las profundas heridas provocadas por la colonización italiana en el pueblo libio (1911-1942)” y además, indemnizarlo con 5.000 millones de dólares por los daños causados.
La histórica enseñanza italiana es un magnífico referente para que numerosas y empobrecidas ex colonias reclamen indemnizaciones a las potencias extranjeras que dominaron en su territorio, lo expoliaron, esclavizaron a sus pobladores y hasta los masacraron.
El gobierno italiano, dirigido por el primer ministro Silvio Berlusconi, con su significativo gesto ha contribuido a una justa reparación moral y económica, que el mundo recordará. Dignifica a su país mencionar: “en nombre del pueblo italiano, siento el deber de pedir perdón y mostrar nuestro dolor por lo que sucedió hace muchos años y que afectó a muchas de vuestras familias”. Para un nuevo orden mundial, en el que prevalezcan la paz y la seguridad internacionales, es menester –entre otras cuestiones– que las potencias colonizadoras den sus disculpas y enmienden a las naciones martirizadas.
En este sentido, Francia como muestra, debe pedir perdón a Argelia por sus tropelías y matanzas a indefensos civiles (132 años de colonización); igual debe hacerlo España con la nación débil e indefensa saharaui (RASD) y más aún Marruecos por haberse apoderado de su territorio, saquear sus riquezas y cometer genocidio. Igual Gran Bretaña con la India, Sri Lanka, Myanmar (Birmania) y las Islas Malvinas, devolviéndolas a Argentina; Turquía con los armenios (cometió el primer genocidio del siglo XX matando a un millón y medio de armenios entre 1915 y 1922 y se apoderó de gran parte de su territorio y que incluye el sagrado Monte Ararat), además de otros casos.
Pero Italia sigue siendo el prototipo, al indemnizar a los judíos en 1997 y recientemente devolvió a Etiopía el obelisco de Axum, de 1.700 años de antigüedad, llevado a Roma en 1937 por el ejército de Mussolini. La patria de Miguel Angel y de Dante Alighieri también restituyó a Trípoli la Venus de Cyrene, una escultura del siglo II después de Cristo. Faltan aún las disculpas y las compensaciones a la antigua Abisinia.
Sobre la actitud italiana hacia Libia, la postura de Francia fue lamentable al señalar que “no vamos a considerarlo ni un precedente, ni una referencia”. La historia juzgará la soberbia de París de no querer cerrar viejas heridas.
El pedir perdón por atropellos a las naciones colonizadas o por errores de gobiernos del pasado honra y engrandece, asimismo es un comportamiento civilizado. Es un inicio para la reconciliación y la paz entre los países. Alemania, por ejemplo, pidió perdón por el holocausto e indemnizó a los judíos. Australia pidió disculpas a sus aborígenes por los abusos (“Generación robada”) del siglo pasado. El gobierno brasileño pidió perdón por la masacre de Araguaia. Los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI pidieron perdón por actitudes de la Iglesia en el pasado, entre otros.
La Organización de las Naciones Unidas tiene el deber de invocar a las ex potencias colonialistas para que, en primer lugar, por razones de equidad reconozcan sus errores e indemnicen a los pueblos afectados y sea un principio jurídico universalmente admitido.
De otra manera, habría que aplicar lo que afirmó Alfred Verdross, el más prominente jurista internacional: “A falta de la costumbre internacional, han de traerse a colación, los principios generales del derecho sobre indemnización y reparación de daños, reconocidos internacionalmente por los países civilizados y que los tribunales arbitrales han venido aplicando desde tiempo inmemorial”.
Además, como antecedente, existe un fallo del Tribunal Permanente de Justicia Internacional del 26 de julio de 1927: “la violación de un deber jurídico internacional trae consigo para el Estado infractor la obligación de reparar adecuadamente el perjuicio ocasionado”.
Muchos señalarán que esta perspectiva provocaría un caos internacional y que es mejor dejar las cosas como están. Es decir, ¿preferirían que se perpetúe la injusticia, las rencillas y esperar que las ex colonias se hagan fuertes económica y militarmente y les cobren la revancha?
Así no se construye la paz. La reconciliación ítalo-libia es un ejemplo para el mundo.
*** Este artículo fue reproducido en: http://webarticulista.net.free.fr/rss200815091917+Ricardo-Sanchez-Serra.html
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