viernes, 5 de septiembre de 2008

Cómo destruir un país

Publicado en el diario La Razón, de Lima-Perú, el 5 de setiembre de 2008


EL LÁTIGO DEL RUFUS


Cómo destruir un país

Ricardo Sánchez-Serra (*)

Un país se construye con gran esfuerzo de sus ciudadanos. Toma años o siglos darle un sentido de unidad e idiosincrasia; asimismo, reunir las diversas culturas, respetar a las minorías y edificar un gobierno demócrata. La democracia es el mejor sistema que tenemos, porque aún no se ha inventado otro.
Todo lo que cuesta construirlo y desarrollarlo puede ser destruido en contados minutos por fuerzas nihilistas, ignorantes, anarquistas, subversivas, mezquinas e intolerantes que pretenden imponer sus ideologías trasnochadas sobre todos los pobladores.

Y para ello aplican una “gimnasia revolucionaria” que va desde el adoctrinamiento en las escuelas, infiltración, captación en las universidades y sindicatos, irrespeto a la autoridad y, como demagogos que son, azuzan al pueblo a levantarse contra sus gobiernos local, regional y nacional.

Comienzan los bloqueos de carreteras, intentan asediar los aeropuertos, realizan paralizaciones de 24 ó 48 horas y huelgas indefinidas, tomas de comisarías y locales estatales. Enfrentan al pueblo con la policía, fuerzas armadas y autoridades; asimismo, empiezan los secuestros, asesinatos y atentados contra oleoductos, gasoductos, torres de energía, acueductos.

Para ello cuentan también con el apoyo de muchos Organismos No Gubernamentales (ONGs) e instituciones de izquierda, algunos movimientos “verdes” de Europa y probablemente los chavistas, que con el cuento de la defensa de la libertad, de los indígenas y del medio ambiente, financian a organizaciones subversivas.

Ahí tenemos pues el “moqueguazo”, el injustificado bullicio de los indígenas en la selva, el cierre de carreteras en el norte por los seudo agricultores, las continuas paralizaciones en Cusco y Puno, la oposición irracional a Majaz, el fracasado paro de la CGTP, la marcha de decenas de pescadores en el centro de Lima. Y se viene la huelga indefinida de los médicos ociosos del sector Salud, que duermen en horas de trabajo y sólo laboran cuatro horas; y, el cierre de un puente en Camaná, contra todo raciocinio y legalidad, afectando el desarrollo del país.

Además, debe sumarse el alboroto de los ex miembros de la Comisión de la Verdad, que se olvidan que ésta sólo recomienda y no ordena al Estado y el absurdo que las fuerzas armadas y policiales pidan perdón, cuando en realidad los que tienen que hacerlo son los terroristas.

Esa postura de los comisionados, en lugar de reconciliar, como era su objetivo, disocian y algunos medios de difusión buscan enfrentar a la Iglesia (y el obispo emérito -léase jubilado- Luis Bambarén se presta irresponsablemente a enfrentarse al cardenal Juan Luis Cipriani, cuando ni siquiera asistió a la homilía –por tanto ni la escuchó completa- por el día de Santa Rosa) y a las Fuerzas Armadas con la población.

Todo eso crea un clima subversivo, revolucionario, conspirativo sedicioso, que lo único que hace es, no sólo desmerecer la labor del Gobierno, sino que también afecta a los más pobres, porque desestabiliza la buena marcha de la economía y desprestigia al país en el exterior ahuyentando a las inversiones.

El pueblo peruano tiene derecho a saber quiénes son esos antiperuanos y el Gobierno sacar el látigo y meter democráticamente presos a esos sediciosos.

(*) Periodista. Directivo de la Asociación de Prensa Extranjera

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