Publicado en el diario LA RAZÓN, el 2 de julio de 2014
Aborto
es asesinato
Ricardo
Sánchez Serra
Una sociedad se pudre, se
gangrena, se corrompe, cuando destruye la familia, se aprueba la unión gay y la
legalización de las drogas; así como cuando decreta la eutanasia y el aborto
–en cualquiera de sus formas-, que es un crimen. En todos estos casos, el
hombre se aleja de Dios y lo desafía.
El protocolo de aborto
terapéutico sancionado por este gobierno es una guía práctica de cómo matar a
un nene. Es abominable cómo autoridades sin escrúpulos y sin sentimientos
autorizan a que la gente ASESINE a su bebé. Hay que hablar así de claro, sin
miedo a que los modernistas descerebrados enloden o desprestigien a quienes se
les opongan.
El avance de la ciencia
permite salvar vidas sin recurrir a ese protocolo, pero se ceden a presiones
internacionales que solo buscan aplicar concepciones extrañas y que además se
basan en estadísticas que no se hacen o que no tienen rigor técnico, solo para
justificar el genocidio de niños por la supuesta superpoblación en la Tierra.
Este es el quid. Por eso la Organización de las Naciones Unidas pide que en
todo el mundo den luz verde al aborto.
El aborto terapéutico, que
es la rendija de la puerta que se abre para todos los monstruosos abortos, es un
acto éticamente ilícito. Cualquier aborto ahora se puede disfrazar de aborto
terapéutico. Éste es una violación al derecho a la vida. Los médicos tienen la
obligación de defender la vida de los dos: de la madre y de su hijo, en
justicia.
La Iglesia, a través del
Concilio Vaticano II señalaba: "Dios, Señor de la vida, ha confiado a los
hombres la insigne misión de proteger la vida, que se ha de llevar a cabo de un
modo digno del hombre. Por ello, la vida ya concebida ha de ser salvaguardada
con extremados cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes
abominables".
Y
nuestro querido Papa Francisco dijo: “Es Dios quien da la vida. Respetemos y
amemos la vida humana, especialmente la que está indefensa en el seno de la
madre”.
El
Estado no tiene autoridad para suprimir la vida de un ser humano inocente. Pero
allá de estos ministros y personajes que aprueban el aborto, como dice el
Cardenal Juan Luis Cipriani, “no quisiera estar en sus pellejos, cuando
enfrenten a Dios."
El
apoyo de la Primera Dama, Nadine Heredia, me decepciona y apena. El Cardenal
Cipriani me confió, luego de la oportunidad que la pareja presidencial se
entrevistara con él en su domicilio, que Heredia daba la impresión de defender
la vida y la familia con mucho entusiasmo. ¡Qué fiasco!
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