Encumbrando
la política exterior
Ricardo Sánchez Serra
El sorpresivo cambio en la
Cancillería peruana sin duda tiene como objetivo reimpulsar la política
exterior, con la dirección de un diplomático de carrera y distinguido como el
embajador Gonzalo Gutiérrez Reinel.
Este nuevo aire era
necesario para dejar atrás “La Hayanización” del Ministerio de Relaciones
Exteriores y asimismo, la fragilidad –y lo digo con todo respeto- de la
anterior jefa del portafolio.
El embajador Gutiérrez ya
esbozó sus prioridades, la relación regional (“quiero que Perú sea una potencia
regional emergente”, dijo), la Alianza del Pacífico y los Tratados de Libre
Comercio, en especial con la India. En una entrevista periodística hace seis
años –cuando ocupaba el cargo de vicecanciller- señaló que era prioritaria,
asimismo, la relación con Estados Unidos.
Aunque es muy pronto para
detallar, es importante, igualmente, la defensa de los peruanos migrantes en el
exterior.
Pero hay un tema que debe
distinguir a la Cancillería peruana y es el impulso a los valores en las
relaciones con los países, el respeto irrestricto del Derecho Internacional.
Basta ya de una “real politik” en la que se ceden principios, basándose en
intereses prácticos, sin importar la ética o los valores.
Reafirmar, por ejemplo, con
hechos, el tradicional compromiso con los principios internacionales, como el
de la autodeterminación de los pueblos, el apego a la legalidad y el respeto a
los compromisos internacionales. Invoco, fraternalmente, a que la Cancillería
cristalice la promesa del presidente Ollanta Humala, incluida en el Plan de
Gobierno de Gana Perú de restablecer relaciones con la República Árabe Saharaui
Democrática (RASD), que aún se señala está en evaluación.
La Cancillería peruana no
debe estar pendiente del qué dirán o que el piso no se mueva. Hay que tener
valentía para tomar decisiones. El reconocimiento a la nación saharaui
diferenciaría otras gestiones, dando mayor prestigio por el apoyo explícito y de
justicia a pueblos oprimidos.
Si el Perú quiere ser
neutral en el conflicto, como tanto se menciona, debe permitir la instalación
de la embajada saharaui para que esté a la par con la marroquí, como sucede en
México, Sudáfrica, Argelia, entre otros países. Esta sería una verdadera
neutralidad y equilibrio.
El Perú debe tener la mejor relación tanto con la RASD, como con el Reino de Marruecos. Una no debe excluir a la otra, cooperando así a los esfuerzos de las Naciones Unidas para solucionar el conflicto con la celebración del referendo de autodeterminación, y no continuar siendo un agente pasivo. Y también hay que darle importancia a la relación con Argelia –potencia norafricana- increíblemente descuidada.
Revaloremos la política
exterior peruana.
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