sábado, 12 de mayo de 2012

El Cardenal Cipriani y los diabólicos de la PUCP



El pedido público del rector de la Universidad Católica, Marcial Rubio, al Secretario de Estado del Vaticano Tarcisio Bertone, de apartar al Cardenal Juan Luis Cipriani como interlocutor entre la Iglesia y esa universidad, es una bajeza que no tiene nombre y una cobardía sin parangón.

El objetivo continuo de la actual camarilla que dirige la PUCP es:
Primero: desprestigiar al Cardenal porque el Arzobispado de Lima ha puesto en evidencia el ilegal uso y abuso de la herencia de Riva Agüero, porque no cuentan con la aprobación de la Junta de Administración que integra el rector y un representante del Arzobispado, como señala el testamento.

Segundo, sembrar una cortina de humo con el tema de la adecuación de los estatutos de la Universidad como lo que pide la Santa Sede y que estén de acuerdo a la Ex Corde Ecclesiae, que es la Constitución Apostólica de las universidades católicas. Es un documento de Derecho Canónico, promulgado por el Papa beato Juan Pablo II, vinculante para todas las instituciones que deseen tener la consideración de Universidad Católica.

¿Por qué cortina de humo? Porque no quieren someterse a la autoridad vaticana y pretenden hacerse las víctimas, cuando son los victimarios, es decir, echar la culpa a otros de la inminente pérdida del nombre Pontificia y Católica. Hace mucho tiempo que tanto sus autoridades, como la universidad, han dejado de ser católicos, en el total sentido de la palabra.

Tercero, la continua “mecedora” de las autoridades de la PUCP con respecto a la adecuación de los estatutos evidencia el hecho de simplemente retardar el tiempo ante la cercanía de que se les quite el nombre de Pontifica y Católica. Nunca hubo la honestidad y franqueza de un diálogo veraz, constructivo, que permita una solución. Como ya se encuentran en un callejón sin salida hacen lo más diabólico y facilista: atacar al Cardenal. Ello demuestra la catadura moral del rector, su carencia de valores que contagia a toda la comunidad universitaria y comprueba el nivel directivo de esa universidad. Por supuesto que hay gente buena entre el profesorado, los alumnos y los trabajadores, pero hay miedo, terror, para que se expresen ante las inmediatas represalias.

Atacar a un pastor de la Iglesia, a un representante de Cristo en la tierra es no ser cristiano. Ahí está la mano del demonio, como lo dice Zacarías, 13, 7: “Heriré al pastor y que se dispersen las ovejas, y yo volveré mi mano contra los pequeños”. Es hora que los católicos militantes nos pongamos de pie y rechacemos las mentiras y las artimañas del enemigo infiltrado en la Iglesia. ¡Recemos también por el cardenal y que Dios le de fuerzas!

Marcial Rubio, Avendaño, Lerner ¿católicos? No me hagan reir…

*Periodista. Miembro de la Prensa Extranjera.



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