EN DEFENSA DE LA VIDA
Ricardo Sánchez-Serra
Periodista. Directivo de la Asociación de Prensa Extranjera.
No nos cansamos de evocar las palabras de su Eminencia, el cardenal Juan Luis Cipriani, cuando en numerosas de sus homilías califica al aborto como un asesinato.
En su sermón en la iglesia de las Nazarenas, con motivo de la salida del Señor de los Milagros, señaló que la Iglesia defiende la vida: ‘Custodia nuestro querido país para que no haya abortos. Hay que estar siempre atentos porque esta humanidad –a veces– quiere matar a los niños no nacidos. ¡No aceptemos nunca la destrucción de la vida del niño no nacido, en ninguna de sus formas! ¡Amemos a los niños! ¡No podemos dejar que en nombre del progreso y de la planificación familiar se pretenda introducir la muerte en la sociedad peruana! Decimos ¡No al aborto, sí a la vida!
La franqueza de Cipriani, aunque no les guste a muchos, es su principal virtud. La Iglesia jamás abdicará en los principios prístinos, en la defensa de la vida y de la familia, es decir, nunca aprobará el aborto, la píldora del día siguiente, la manipulación genética, la eutanasia o el matrimonio homosexual. Es inútil invocar falsos modernismos, las corrientes del siglo XXI, todo eso es banal.
Un gran ejemplo para los estadistas es el veto a la despenalización del aborto, realizado por el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez. Los abortistas creyeron que como Vázquez procedía de la izquierda iba a dar pase a esa monstruosidad legal. Por supuesto, causó gran revuelo en Montevideo. El mandatario defendió la vida. “La objeción a la ley que despenaliza la interrupción del embarazo responde a razones de orden jurídico,científico y técnico; identidad filosófica y principio éticos”, refirió.
Es más, invocó la propia Constitución y los tratados internacionales para rechazar a los abortistas. “La ley afecta el orden constitucional –que obliga a defender la maternidad– y desconoce la existencia de la vida humana a partir de la gestación…”, y colisiona con el Pacto de San José de Costa Rica y la Convención Sobre los Derechos del Niño, además que Uruguay tendría que denunciar la Convención Americana de Derechos Humanos.
Otro defecto del proyecto abortista aprobado por el Congreso uruguayo, es que no respeta la objeción de conciencia de los médicos que no desean practicar el aborto, ni tampoco a las instituciones clínicas que tampoco quieren hacerlo.
El aborto no es un acto médico, constituye un asesinato.
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