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Embates contra la República Dominicana
Desde hace meses la
República Dominicana sufre una campaña de desprestigio internacional promovida
por su vecina Haití, Estados Unidos, Francia y por conocidas ONGs. ¿El motivo?
Su legislación sobre la inmigración ilegal.
Todo país tiene el derecho
soberano de establecer condiciones para la inmigración en general. Ahí tienen
los exigentes requisitos para el visado para Estados Unidos, Canadá o para los
países europeos.
La República Dominicana, desde
su creación como Estado, soporta una fuerte “invasión” haitiana, cuyo país se
ve inestable por los nefastos gobiernos, corrupción, embates de la naturaleza,
que hacen que los haitianos huyan en masa hacia su vecino, buscando un mejor
nivel de vida, pero también causándole complicaciones.
Está claro que se les debe ayudar por
razones humanitarias, pero la comunidad internacional debe asistirlos, creando
las plataformas para su democracia y desarrollo. Y como señala Abel Martínez,
presidente de la Cámara de Diputados dominicana “ningún país del mundo ha
destinado la cantidad de recursos para regularizar el estatus de migrantes
ilegales”. Claro está que, en el pasado, sucesivos gobiernos dominicanos se
hacían de la vista gorda de la inmigración, porque para su sociedad los
haitianos representaban una mano de obra barata, muy barata, en la agricultura
y también en otros oficios. Pero, como es natural, todo tiene límite y hoy los
propios dominicanos reclaman su derecho al trabajo.
Hay presiones de algunas
potencias contra la República Dominicana para que acepte sin control a los
haitianos. Los dominicanos son 10 millones y los haitianos llegan a cerca de dos
millones. Estados Unidos y Francia, grandes culpables de la desinformación, y
parte de la comunidad internacional quieren desembarazarse de su
responsabilidad en el problema haitiano, convirtiendo a la República Dominicana
en una binación, sin su consentimiento, sin respetar la voluntad de los
dominicanos.
Esta actitud me hace recordar
–aunque en otra circunstancia- que las dos potencias antes señaladas también
quieren, por sus intereses y contra la legalidad, favorecer a Marruecos para
que se engulla el Sáhara Occidental, sin respetar la voluntad de los saharauis,
ni sus derechos soberanos contenidos en numerosas resoluciones de las Naciones
Unidas y en el dictamen de la Corte Internacional de Justicia de la Haya, que
sentenció: “La Corte llegó a la conclusión de que los elementos e
información puestos a su disposición no demostraban la existencia de
ningún vínculo de soberanía territorial entre el territorio del Sáhara
Occidental, por una parte, y el Reino de Marruecos o el complejo
mauritano, por la otra….”. Los dominicanos, que sufren esas presiones, deberían
ser solidarios también con el pueblo saharaui.
Las potencias colonialistas
quieren seguir dividiéndose el mundo y jugar al “risk” en pleno siglo XXI. El
atavismo colonialista aún sigue presente: ellos deciden destruir países,
anexarlos, negarle a naciones su derecho a ser Estados. No se contentan haber
destruido naciones con fronteras antojadizas, sino que también hoy las devastan
pretendiendo imponer su forma de vida y democracia occidental, o procederes que ellos
mismos no aceptan.
La sociedad dominicana es
multiétnica e inclusiva. Como diría nuestro escritor Ricardo Palma, tiene de
“inga y de mandinga”, así que acusarla de discriminadora es hilarante y
difamatoria.
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