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Fallo
de La Haya, no confiaría ni en un chileno muerto
Por Ricardo Sánchez Serra*
¿Se termina el diferendo
marítimo con Chile luego del fallo de la Corte Internacional de Justicia de La
Haya?
Tengo un recelo natural por
Chile, por su política de rapiña, de “repase” en la infausta Guerra del
Pacífico, de terror y de burla contra las leyes de la guerra, hasta tal punto
que recuerdo que mi abuelita decía “¡mamita, los chilenos!” ante la proximidad
de un peligro cualquiera. Dejar enclaustrada a Bolivia expresa que su
inhumanidad continúa en pleno siglo XXI. Así que mi desconfianza es total.
El fallo de La Haya es
seguro que sea contrario al vecino del sur por la solidez del reclamo peruano.
Pero dada la política expansionista chilena durante toda su historia, apelarán
hasta el último recurso para no devolver la porción de mar que corresponde al
Perú. Seguro apelarán ante al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. O
como una segunda opción, al arbitraje del mandatario de los Estados Unidos, que
si bien algunos analistas consideran lejano o ya impracticable, está claro en
el Artículo Duodécimo del Tratado de Lima de 1929: “Para el caso en que los
Gobiernos del Perú y de Chile, no estuvieren de acuerdo en la interpretación
que den a cada una de las diferentes disposiciones de este Tratado, y en que, a
pesar de su buena voluntad, no pudiesen ponerse de acuerdo, decidirá el Presidente
de los Estados Unidos de América la controversia”.
Descabellada o no, la letra
es clara. Además los chilenos siguen con sus arterías sobre el Punto de la
Concordia –que se encuentra explícitamente en el Tratado de Lima- y el Hito N.
1, sobre la frontera terrestre. Por eso, confiar en los chilenos será siempre
una quimera.
Los partidos políticos
chilenos acaban de firmar –conjuntamente con sus pares peruanos- un documento
conjunto que expresa su compromiso de “aceptar y respetar” el fallo de la Corte
de La Haya, pero no he leído en ningún lado la palabra “cumplir” la sentencia.
Así que la pregunta
que formulo al inicio del artículo es un ¡No! Concluyente. Preparémonos para lo
mejor y para lo peor.
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