VER: http://www.youtube.com/watch?v=S6xtxskei9k
(El 17 de Octubre de 2008)
Estimados colegas, amigos y representantes de la Iglesia Católica: recibo muy emocionado por segunda vez consecutiva el premio nacional de periodismo "Juan Landázuri Ricketts", instituido por la Conferencia Episcopal Peruana, más que como católico practicante es un honor y a la vez una gran responsabilidad el continuar apoyando en la difusión de la doctrina social de la iglesia y en especial en la revitalización de los valores.
No basta ser católico, hay que ejercerlo, así lograremos que cada uno ponga su granito de arena para lograr en lo personal, la santidad, porque en cada acto que hacemos o en lo rutinario podemos encontrarla y así mejorar la sociedad, tan alicaída por la pérdida de los valores y el continuo desmoronamiento de la familia.
Cuando somos bautizados, recibimos tres unciones: profeta, sacerdote y rey. Por eso el sacerdote nos dice: te bautizo para que seas profeta, sacerdote y rey. Hay una gran similitud entre el profeta y el periodista. El profeta tiene dos funciones: anuncia y denuncia. Anuncia la Buena Nueva y denuncia las cosas que están fuera del orden moral. En ese sentido, el periodismo también cumple una doble función de los que profesamos esta carrera de gran responsabilidad para con la ciudadanía, anunciar y denunciar. Lamentablemente, en las últimas décadas, quizás respondiendo más a una demanda de satisfacer ratings o un público ávido de saber las verdades ocultas en la telaraña de la corrupción, sólo nos quedamos en la parte de denunciar, y olvidamos lo que es anunciar las buenas noticias.
Así como somos incisivos para destapar escándalos, como dice la Palabra “la verdad os hará libre”, y poner al descubierto las cosas que no se hacen de acuerdo a una conducta transparente y honesta, también deberíamos volcar nuestros esfuerzos en anunciar las buenas noticias, como por ejemplo, promover los valores que puedan construir el Reino de Dios en la tierra: es decir, un mundo de paz, solidaridad, generosidad y más humano. Yo felicito este tipo de iniciativas de la Iglesia de resaltar los esfuerzos en ese sentido.
Entonces, es en ese sentido que como bautizados, como profetas y como periodistas tenemos ese compromiso: anunciar y denunciar. ¿Qué estamos anunciando?, informamos, denunciamos pero, ¿cuánto proponemos?, ¿cuánto anunciamos? … sabemos que hoy en día han muerto más de 30 mil chinos por un virus en la leche, pero cuánto sabemos que todos los días 600 jóvenes peruanos tienen la oportunidad de educarse, alimentarse y formarse en valores cristianos gracias a la generosa donación de personas de buen corazón a la Ciudad de los Niños, a cargo de los franciscanos capuchinos. Sabemos que estamos inmersos en una sociedad que promueve la cultura de la violencia y los antivalores que traen stress, depresión y una vida sin sentido pero no sabemos que hay toda una estructura de hombres cristianos de buena voluntad trabajando unidos para darle un mensaje de Dios en la tierra.
La Ciudad de los Niños es parte de este granito de arena de la obra de Dios en la tierra. ¿Cuál es la obra de Dios en la tierra?, la Iglesia, ¿qué es la Iglesia?, ¿qué hace la Iglesia?, lamentablemente, muchos católicos desconocen todo lo que hace la Iglesia y somos nosotros, los encargados de difundirlo desde nuestro terreno laboral, si somos padres de familia, a nuestros hogares; si somos educadores a nuestros alumnos; si somos periodistas, desde nuestra columna, etcétera. Todos estamos llamados a esta gran misión por la paz.
No es que debamos anunciar las cosas buenas, tenemos que hacerlas. Es nuestra misión, es nuestro compromiso y nuestro granito de arena a esta gran obra de Dios. Para mí, es una satisfacción personal, recibir este reconocimiento por difundir esta obra buena.
Quizás este galardón no tenga la difusión que pueda tener un escándalo, pero hay algo que Jesús nos enseñó con su vida tan humilde y oculta: que los proyectos de Dios, cuando son de Dios, van envueltos en sencillez, pobreza y humildad. Las cosas de Dios son simples, “que tu mano derecha no sepa lo que hace tu izquierda”. Así, en el silencio de los días, tapado por tanto ruido en Lima y tantas malas noticias, sin que nadie lo note, 600 jóvenes pobres tienen la oportunidad de su vida de educarse y alimentarse por la gracia de Dios. ¿Y el premio? … nuestro tesoro está en el cielo. Y hay algo que uno experimenta que ningún dinero del mundo puede equiparar, la satisfacción en el alma de haber hecho algo bueno por alguien.
Quiero recordar nuevamente las palabras del beato Juan XXIII, santo por aclamación popular: "No habrá auténtica paz en la tierra mientras Dios quede fuera de los proyectos de los hombres".
Agradezco a Dios, a la Virgen María y a todos los que me dieron una formación cristiana: a mi madre, a la Congregación de Hermanos Maristas. A mi esposa e hijos, que alumbran mi vida.
Agradezco, asimismo, a los que hoy me dan la oportunidad de seguir escribiendo, como la directora de El Peruano, Delfina Becerra, el director de La Razón, Uri Ben Schmuel y a la directora de la Revista Asídclaro, Norly Vela. Un reconocimiento especial a Rafael Rey, aquí presente, con quien trabajé estos últimos dos años, hombre bueno, con valores y que ejemplarmente levanta la voz en defensa de la vida y de la familia y de los principios prístinos de la Iglesia.
Dios los bendiga.
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