El Látigo del Rufus
Anunciar y denunciar labor del profeta y del periodista
Por Ricardo Sánchez-Serra*
Cuando somos bautizados, recibimos tres unciones: profeta, sacerdote y rey. Hay una gran similitud entre el profeta y el periodista. El profeta tiene dos funciones: anuncia y denuncia. Anuncia la Buena Nueva y denuncia las cosas que están fuera del orden moral. En ese sentido, el periodismo también cumple una doble función de los que profesamos esta carrera de gran responsabilidad para con la ciudadanía, anunciar y denunciar.
Lamentablemente, en las últimas décadas, quizás respondiendo más a una demanda de satisfacer ratings o un público ávido de saber las verdades ocultas en la telaraña de la corrupción, sólo nos quedamos en la parte de denunciar, y olvidamos lo que es anunciar las buenas noticias.
Así como somos incisivos para destapar escándalos, como dice Jesús “la verdad os hará libre”, y poner al descubierto las cosas que no se hacen de acuerdo a una conducta transparente y honesta, también deberíamos volcar nuestros esfuerzos en anunciar las buenas noticias, como por ejemplo, promover los valores que puedan construir el Reino de Dios en la tierra: es decir, un mundo de paz, solidaridad, generosidad y más humano.
Entonces, es en ese sentido que como bautizados, como profetas y como periodistas tenemos ese compromiso de anunciar y denunciar. ¿Qué estamos anunciando? Informamos, denunciamos pero, ¿cuánto proponemos? ¿Cuánto anunciamos? Muy poco se sabe, por ejemplo, que de acuerdo a la estadística del 2009 del Programa Mundial de Alimentos, diariamente amanecen con hambre en el mundo mil millones de personas, de ellas 400 millones son niños.
Según el informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) de este año, en el mundo entre 500 millones y 1.500 millones de niños son víctimas cada año de la violencia, el trabajo infantil alcanza a más de 150 millones de niños de 5 a 14 años, más de mil millones de niños viven en regiones afectadas por un conflicto armado y 18 millones están desplazados.
De otro lado, no nos limitemos solamente a informar el escándalo. Es oprobioso escuchar que no es noticia que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda a un perro. Es ignominioso ver en un noticiero que el reportero le pregunta al atropellado cómo se siente. No halaga tampoco que se nos considere que somos un océano de sabiduría, con un centímetro de profundidad.
Sepamos que los periodistas tenemos un arma en la mano y que debemos utilizarla bien porque afectamos la vida de las personas. No "prejuiciemos", no condenemos sin certidumbre. El periodismo debe construir y revitalizar los valores. No sostengas como periodista lo que no puedes sostener como caballero. ¿Estaremos errados en la reflexión?
*Periodista. Miembro de la Asociación de Prensa Extranjera.
Email: sanchez-serra9416@hotmail.com
Blog: http://rsanchezserra.blogspot.com
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