Publicado en La Razón, de Lima-Perú, el 29 de diciembre de 2009
El Látigo del Rufus
Estacionamientos subterráneos
Ricardo Sánchez-Serra (*)
En las sociedades modernas discutir sobre si es conveniente o no construir estacionamientos subterráneos es incomprensible.
Antiguamente era lógico porque era un proyecto desconocido o se creía que era tecnológicamente inviable.
A muchos extranjeros les parece extraño que en nuestro tiempo, por las experiencias exitosas en otras ciudades –como Munich, Buenos Aires, Santiago, Londres, Roma, Turín, Copenhague–, este tema continúe debatiéndose en la capital.
Por una parte, es natural la resistencia a lo novedoso y por otra, existe un ejemplo, el parque Cáceres en San Isidro, de cómo no debe hacerse un parqueo subterráneo, como señaló el alcalde de esa jurisdicción Antonio Meier, en donde se reemplaza cemento por árboles y en general, áreas verdes.
En el caso de San Isidro, ello no va a repetirse, su burgomaestre ha prometido que no se talarán árboles. Además, cualquier obra será supervisada por la Universidad Agraria y por el Ministerio del Ambiente.
En Miraflores se estacionan mal 10,000 vehículos diariamente, en San Isidro 9,600, de los cuales 4,600 sólo en el sector financiero. Numerosos vecinos se quejan del caos que se produce cuando vehículos extraños se estacionen en la puerta de sus cocheras, en hospitales o en las veredas.
Algunos vecinos sostienen que debe prohibirse el ingreso de taxis a algunos distritos, así como que sus respectivas municipalidades obliguen a las empresas a traer y llevar a sus empleados en bus, para que así gran parte de ellos no se movilice en su auto.
En primer lugar, el libre tránsito no se puede coaccionar; y, en segundo lugar, las municipalidades sólo pueden sugerir o recomendar a las empresas, mas no obligar.
Es deber de las municipalidades solucionar o paliar este problema, sea con estacionamientos de superficie o subterráneos. Estos últimos no sacrifican superficie, sino subsuelo. Desgraciadamente, el municipio no puede hacerlo solo, porque se requiere de grandes inversiones.
Un ejemplo cercano de éxito en los estacionamientos subterráneos es el de la Plaza Perú, en el distrito de Las Condes, en Santiago de Chile. Al principio los vecinos protestaban y salían con pancartas, hoy agradecen la obra.
Existen quejas de numerosos usuarios por los altos precios en algunas playas de estacionamiento. Justamente, la construcción de más playas hará que bajen los precios, por la ley de la oferta y la demanda.
Conseguir un estacionamiento rápidamente, reduce la emisión de gases tóxicos, a diferencia de un auto que da vueltas y vueltas buscando uno. Evita, asimismo, la congestión vehicular y disminuye la contaminación del ruido.
Ello hará una vida urbana menos caótica y más agradable.
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(*) Periodista. miembro de la Asociación de Prensa Extranjera.
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