El Látigo del Rufus
Por Ricardo Sánchez-Serra*
Normalmente no comento sobre el fútbol, pero me pareció rarísimo que un equipo tan poderoso como el argentino, sucumba por 6 a 1 ante el mediocre team boliviano, que se encuentra en el penúltimo lugar de la tabla de colocaciones sudamericana para ir al mundial.
Los coleros somos los peruanos gracias al meníngeo presidente de la Federación Peruana de Fútbol, Manuel Burga, al experimentado entrenador Chemo del Solar y a los virtuosos y castos jugadores suspendidos, hablando socarronamente. Pero esto es otro tema.
Los argentinos, que en el mundo están caracterizados como los más fanáticos del fútbol junto a los ingleses, ante esta humillante derrota ya habrían cortado la cabeza del entrenador y del presidente de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), habrían hecho manifestaciones de protesta y quemado el local de la AFA. Varias circunstancias ayudaron a que no hicieran tantas barbaridades, como su aturdimiento ante la inconcebible derrota, su confianza en Diego Armando Maradona –que ya debe haber disminuido significativamente porque los gauchos son muy inteligentes- el dolor ante el fallecimiento del gran ex presidente Raúl Alfonsín y el sorprendente e impresionante triunfo en tenis de Juan Martín Del Potro sobre el número uno del mundo, Rafael Nadal, en los cuartos de final del Indian Wells.
Los argentinos no perdieron ante Bolivia. Maradona traicionó y derrotó a los argentinos. Maradona negligentemente y con una monumental deslealtad hacia su país, envió al equipo argentino al sacrificio, no sólo con un endeble planteamiento táctico, sino con la irresponsable actitud de ignorar nada menos que a la peligrosa altura de La Paz.
Si bien Maradona debe haber quemado neuronas en su aparentemente contenida afición a las drogas y disculpen los fanáticos que me refiera a un tema muy privado, le debe haber quedado alguna para pensar que un partido a más de 3.500 metros de altura, tiene que ser planificado diferente a un juego normal, para que los jugadores dosifiquen energías y terminen con aire. Pero no fue así, dejó de lado incluso su experiencia de jugador e irresponsablemente envío al conjunto “albiceleste” a correr, con la arenga de que él “a los 47 años jugué sin problemas a más de 5,000 metros de altura en Bolivia”
Hasta el más indocto del fútbol sabe que para jugar en altura o se llega 15 días antes para aclimatarse o se llega a pocos minutos de empezar el partido. También que hay que alimentarse ligeramente, porque en la altura el cuerpo demora en digerir o consumir –si se sabe la fórmula- la famosa “sopa de cóndor” del doctor Alva, que surtía a los jugadores de Universitario de Deportes y eran invencibles cuando jugaban en altura. Asimismo, que el balón pica más en la altura, que la pelota tiene que correr más que el jugador, entre otros.
El “quid de la cuestión” se encuentra en la ideología política del Pelusa. Recordemos que Cuba le abrió las puertas para la curación de su vicio, porque en Buenos Aires se escapaba de los hospitales o recaía. Su desordenada vida personal destruyó su familia e incluso tiene un hijo no reconocido en Italia que heredó su virtuosidad futbolística. Pero no es mi intención introducirme en su vida privada. Maradona no escatimaba en elogiar vivamente a la revolución cubana, en entablar amistad con Chávez y ensalzarlo, al igual que con Evo Morales. Maradona –con su influencia de gran jugador- le dio un espaldarazo a Bolivia al oponerse públicamente a la decisión de FIFA de vetar a las canchas en la altura.
No olvidemos que Maradona fue condecorado -el 17 de marzo del 2008- por la cancillería boliviana con la Orden al Mérito Civil “Libertador Simón Bolívar”, en el grado de Caballero, por esa solidaridad. “Estoy contento de estar en La Paz para ayudar a gente que sufre…”, dijo en esa ocasión.
Maradona es ideológicamente cercano y amigo de los Chávez, los Castro y los Morales. Le da pena el cocalero presidente boliviano, que enfrenta una fuerte crisis interna debido a sus decisiones dictatoriales y también a la alicaída imagen internacional de Bolivia y su enclaustramiento marítimo provocado por los chilenos. Y por eso, Maradona sintió que tenía que hacer algo por el pueblo boliviano y por Morales, y qué mejor que “echarse”, “total –habría pensado-- ayudo a los sufridos bolivianos y recupero los puntos perdidos con los otros equipos sudamericanos que me faltan enfrentar”.
Bolivia necesitaba la victoria soñada –y que estamos seguros no volverá a ocurrir en situaciones normales- que perdure en todos los tiempos y que sea inolvidable para numerosas generaciones, levantando así el alicaído ego de los bolivianos.
Por eso, los argentinos no pueden aceptar alegremente las palabras hipócritas de Maradona después del partido: “yo sufrí con los hinchas, cada gol de Bolivia era un puñal en el corazón" y no bastando sus lágrimas de cocodrilo –y queriendo aparecer magnánimo- todavía sin vergüenza se sobrepasó en elogios a los bolivianos: "Bolivia fue superior a nosotros y nos dio una goleada que si la pensábamos antes del partido era imposible, pero nos ganaron bien y hay que volver a empezar. Bolivia nos ha superado en todos los rincones de la cancha". No hay nada que dudar, era parte de la partitura.
*Periodista. Miembro de la Asociación de Prensa Extranjera.
Email: sanchez-serra9416@hotmail.com
Blog: http://rsanchezserra.blogspot.com/
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