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Conociendo
al cardenal Juan Luis Cipriani
Por Ricardo Sánchez Serra*
El cardenal
Juan Luis Cipriani cumplió 25 años de su consagración episcopal. Admirado por muchos,
denostado por otros, es un personaje que defiende a cabalidad la doctrina prístina
de la Iglesia.
Los que lo reprochan lo
hacen por convicciones ideológicas, por maldad o por desconocimiento. No lo
conocen y es menester conocerlo. No se le puede criticar a ciegas, porque es
injusto, prejuicioso y hace que el juicio de valor se trastorne.
Tal vez tenga otra imagen
en televisión. El Cardenal, en lo personal, es muy disciplinado, ordenado, cariñoso,
agradable y como prototipo de su alto nivel deportivo –estuvo en la selección
peruana de básquet- es muy competitivo en todo lo que se propone. Si bien tiene
la última palabra en el gobierno del Arzobispado de Lima, es muy flexible,
escucha a todos y solícito a cualquier inquietud. Es muy justo en sus
decisiones y siempre da oportunidades.
Está siempre preocupado por
la preparación de sus sacerdotes, de que sus homilías estén bien elaboradas
para una correcta trasmisión a su feligresía. Se desvela para que sus
parroquias estén muy activas, además de imponer la tolerancia “cero” en las
inconductas de los religiosos. Es un pastor que ha dado un gran impulso al
seminario de Santo Toribio y apoyo a los sacerdotes diocesanos.
Monseñor Cipriani, al
preparar su homilía, se concentra profundamente y reza mucho. Sus palabras son
auténticos mensajes de Dios, teología, consejos. Los que no lo conocen deben
escuchar sus homilías en la Catedral.
Y si eleva su voz -porque a
algunos no les gusta- es para defender la vida, la familia y el matrimonio. “El
aborto es un asesinato” se le ha escuchado innumerable de veces. “El matrimonio
es indisoluble, la familia es la célula esencial sin la cual no hay sociedad,
los hijos son de un valor infinito y no se les puede dejar por las calles”,
repite hasta el cansancio.
Se muestra en desacuerdo
con la unión civil entre
personas del mismo sexo, que “va en contra del derecho natural. La
propuesta de la naturaleza y de Dios es la unión de un hombre y una mujer en
matrimonio. Pero hoy se quiere promover algo parecido, aunque digan que no es
lo mismo, de la unión de un hombre con un hombre, o una mujer con otra mujer. La
sociedad económica ya existe, pero cuando le dan carácter de boda, están
trabajando una agenda oculta en contra del derecho natural”, señala.
Por todo ello es objeto de
fuertes críticas, como si fuera un lunar en la Iglesia, cuando toda la Iglesia
defiende la vida, el matrimonio y la familia. Lo que sucede es que lo dice en
voz alta, sin la mano en la boca, con la fuerza de la verdad, pero algunos de
sus hermanos en el Episcopado –pensando igual- a veces lo dejan solo. Eso debe
causarle una sentida desazón.
Nuestro cardenal es una
persona muy sensible. Lo vimos llorar luego que Fujimori traiciona a la
comisión de negociación con el MRTA, que estaba integrada por él -garante por
la Santa Sede-, el embajador canadiense y un representante de la Cruz Roja
Internacional. Él quería la paz y una solución pacífica. Su pensamiento y
testimonio están plasmados en su libro “Doy fe”: “Tenía un gran deber de
gratitud con los rehenes y con tanta gente buena. Ha quedado en mi alma el
deber, que lo cumplo, de rezar por las personas que fallecieron, por todos. Eso
es lo que nos enseña nuestra fe católica. Ojalá que todos pudiéramos levantar
más el corazón a Dios cuando vemos que en la tierra todo es oscuridad”, expresa
Cipriani.
De otro lado, su opción
preferencial por los pobres es evidente en el gran trabajo que realizó como
Arzobispo de Ayacucho, reabriendo el Seminario Mayor de Huamanga –cerrado 38
años-, defendiendo a la gente del terrorismo, apoyando fuertemente la labor de la
Madre “Covadonga”, dándole fuerza espiritual a los ayacuchanos. Construyó casas
hogares para huérfanos del terrorismo y se preocupó de su nutrición. Impulsó la
formación laboral de la juventud ayacuchana en la restauración, artesanía y
servicios turísticos gracias a un Convenio de Cooperación Técnica con el Banco
Interamericano de Desarrollo. Incluso la construcción de la carretera Los
Libertadores (Pisco-Ayacucho) –que había sido paralizada- fue terminada por
gestión de él.
Recuerdo que un amigo me
dijo “me gustaría ver al cardenal Cipriani con los zapatos sucios cuando vaya a
los pueblos jóvenes”. Tuve el placer de enviarle las fotos. Su comentario era
por desconocimiento. Hay innumerables obras que contar, pero finalizaré
mencionando su gran apoyo a los pobladores de Manchay y la construcción de
casas prefabricadas para los más necesitados en El Agustino.
Siempre tengo en la memoria
sus palabras, cada vez que me veía: “No pierdas la alegría. Sé feliz”. Sin
duda, un gran pastor. Que Dios le siga dando fuerzas. ¡Feliz aniversario!
*Periodista. Miembro de la
Prensa Extranjera. Ex Director de Comunicaciones del Arzobispado de Lima.
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