Publicado en el diario La Razón, de Lima-Perú, el 10 de mayo de 2010
El Látigo del Rufus
Ricardo Sánchez-Serra*
Recientemente se conmemoró en todo el mundo el 95 aniversario del genocidio armenio realizado por los turcos. En manifestaciones, romerías, misas, artículos periodísticos, congresos, conferencias, que van desde Ereván, Washington, Madrid, París, Monte ...video y Buenos Aires entre otras importantes ciudades, se recordó el primer genocidio del siglo XX.
Un gran avance fue, que por primera vez, la recordación pública llegó a Estambul, en donde intelectuales turcos, armenios y organizaciones de derechos humanos rememoraron la masacre (no mencionaron genocidio para no ser encarcelados) de 1.5 millones de armenios efectuada por el Imperio Otomano –iniciada el 24 de abril de 1915 con la deportación y asesinato de cientos de intelectuales armenios y que se extendió hasta 1923-, hecho que es negado por los sucesivos gobiernos turcos, quienes aducen que eran luchas étnicas y no, como fue, un genocidio planificado, ocultando así la verdad histórica.
La tesis “negacionista” turca es una de las prioridades del Estado en política interior y exterior, para evitar que Turquía sea condenada internacionalmente de crímenes de lesa humanidad y que los armenios sean indemnizados. El fanatismo llega incluso a las leyes, cuyas penas son severas (cárcel) para los que califican de genocidio la cuestión armenia de 1915.
En las Naciones Unidas hay abundante documentación sobre el genocidio armenio, igualmente en Alemania y Estados Unidos, con testimonios de sus diplomáticos y militares de la época, además de los descendientes de los sobrevivientes. Lo reconoce como tal, asimismo, la Asociación Internacional de Estudiosos del Genocidio.
Psicosis turca
La intransigencia turca llega a esferas psiquiátricas. En forma abominable el 24 de abril la embajada turca en Washington organizó una contramanifestación contra los armenios y luego celebró con un cóctel el genocidio armenio.
El nuevo gobierno islámico turco ha endurecido su posición: su jefe de gobierno, Recep Tayyip Erdogan, afirmó el 16 de marzo que en caso continúen los reconocimientos del genocidio armenio, las autoridades turcas podrían expulsar a cerca de 100.000 armenios ilegales que residen en Turquía.
En el mundo el reconocimiento al genocidio armenio sigue avanzando. Más de 20 países y regiones, y 42 Estados norteamericanos reconocen el genocidio. Francia y Suiza van más allá al condenar a quienes nieguen su existencia. En América Latina, lo reconocen Uruguay, Chile, Argentina y Venezuela. Suecia lo ha reconocido este año, provocando consternación en el gobierno turco, que retiró a su embajador.
Además, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó en marzo una resolución que califica las matanzas de armenios bajo el Imperio Otomano como un “genocidio”, a pesar de la oposición turca y el gobierno de Barack Obama, quien recordó el aniversario, aunque evitó nuevamente la palabra genocidio (a pesar que prometió hacerlo en su campaña electoral) al mencionar que “hace 95 años comenzó una de las peores atrocidades del siglo XX”.
Cabe destacar que el Premio Nobel de Literatura, Günter Grass, pidió a Turquía reconocer el genocidio armenio: “Esperamos que Turquía forme parte de Europa y podamos hablar sobre estas cosas, pero no como tabú. Los documentos acerca de los crímenes cometidos a los armenios son “comprobables e innegables”, indicó Grass.
¿Estamos lejos?
De otro lado, aunque desconozco si el gobierno armenio solicitó oficialmente a su similar de Perú el reconocimiento del genocidio armenio por parte de los turcos, poco o nada se puede esperar de la Cancillería peruana, que privilegia los intereses económicos o “lobbistas” antes que los principios o valores éticos, con la única excepción del reconocimiento de Kósovo, que aunque me parece bien, seguramente lo hizo por presiones norteamericanas.
Mejor no recordemos el congelamiento de las relaciones con la República Árabe Saharaui Democrática, para favorecer a los “lobbistas” de Marruecos y que crea un peligroso precedente para los intereses peruanos, más aún cuando se discute en la Corte Internacional de Justicia de La Haya el problema limítrofe con Chile. ¿Y por qué digo esto? Porque los saharauis poseen un fallo de La Haya que los favorece y que Perú prácticamente desconoce por favorecer a los intereses marroquíes.
Ya Torre Tagle (sede de la Cancillería peruana) piensa que estos países están muy lejos y para qué va a inmiscuirse el Perú, igual pensará con el conflicto armenio-turco porque dichas naciones “están muy lejanas”, más aún sabiendo que los turcos acaban de abrir una embajada en Lima y los armenios tienen una embajada –distante- en Buenos Aires concurrente (se llama así porque su Cancillería se encuentra ubicada en un país distinto al cual es acreditado) con el Perú.
Si bien no existe una comunidad armenia en el país –salvo un par de familias en Trujillo y en el sur- Armenia debe abrir una embajada o un Consulado en Lima, para contrarrestar la propaganda negacionista turca, por lo menos en los medios de comunicación y en la sociedad peruana.
Armenia, ubicada en el Cáucaso, fue la primera nación en el mundo que adoptó el cristianismo como religión oficial en el año 300 d.C.
(*)Periodista. Miembro de la Asociación de Prensa Extranjera.
Email: sanchez-serra9416@hotmail.com
Blog: http://rsanchezserra.blogspot.com
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