Publicado en el diario UNO, de Lima-Perú, el 10 de agosto de 2014
Embajadas, aprecio y desaire
Ricardo Sánchez Serra
En los asuntos
protocolares, relaciones con países, como en la vida, hay asuntos lógicos e
ilógicos. Razonables e irrazonables.
Cuando presidentes,
ministros o funcionarios viajan a un país, es porque se necesita reforzar la
amistad, la cooperación en todos los ámbitos, coordinación diplomática; es
decir, existe un objetivo específico, un trabajo útil.
Cuando se organizan las
fiestas nacionales de los países en las sedes de las embajadas, los
concurrentes asisten para expresar su aprecio al día de esa Nación. En el caso
de los altos funcionarios públicos acuden por razones meramente protocolares o
por las grandes relaciones con ese país. Pero, en este caso, debe evaluarse
bien la asistencia, por lo que representan.
Me refiero, por ejemplo,
que si se celebran las fiestas nacionales de Brasil o México, por no decir
también Argentina, Alemania, Estados Unidos, Francia, Argelia, Sudáfrica,
China, Italia o España, los países vecinos o muchos otros, no pediremos pues
que asista todo el gabinete, pero sí varios ministros, en especial el sector
que tenga mayor relación con el país invitante.
Cuando trabajé en una
embajada por varios años, recuerdo que al día siguiente de la recepción los
funcionarios diplomáticos se reunían para evaluar la presencia de
personalidades del ámbito estatal, político, empresarial, no solo de manera
coloquial, sino también informando a su gobierno. De alguna manera podría
interpretarse cómo iban las relaciones y el interés.
La asistencia de los
presidentes no es protocolar. En la mayoría de los países no van los
mandatarios. En Perú “rompió” el protocolo en la década de los ´60 Fernando
Belaunde Terry que asistía a la recepción de Argentina, por su relación con ese
país y porque era amigo del canciller Nicanor Costa Méndez. Ya después lo hizo
Fujimori con Japón e Israel, entre otros. Toledo con Estados Unidos, Francia e
Israel, etc. García con Colombia, Francia… Humala con Corea del Sur, Brasil, Francia,
México, etc. Pero, es la excepción.
La presencia del canciller
es gravitante en la representación del Estado, aunque algunos no tienen por costumbre acudir.
Lo que causa malestar o resentimiento,
por ejemplo, es que exista ausencia de personalidades del Estado en la
recepción de una embajada muy importante y sin embargo, estos acudan a otras de
menor significancia. En principio todas las embajadas son valiosas, pero creo
que debe haber un mínimo de priorización y coordinación entre los ministros,
por ejemplo.
Como anécdota debo
mencionar que ningún ministro acudió a la recepción del país más poderoso de
África –igual sucedió con uno de Europa- y que tiene abundantes relaciones con
el Perú, tampoco a un país vecino muy amigo; sin embargo, a otros en donde ni
siquiera tienen interés en invertir, acuden, sin pensar en las implicaciones.
Como se ve, las invitaciones
van más allá de lo protocolar. No digo que no vayan, pero tampoco debe
haber desaire.
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