Carcelén,
deportista peruano ejemplar
Ricardo Sánchez Serra
En el Perú se ha estado
comentando con grandes titulares el problema de un precandidato a Lima pegalón
de mujeres; la destitución, a todas luces injusta, de un director de colegio influenciada
por una congresista lobbysta y el asesinato del hijo de un alcalde.
Asimismo, la agresividad de
Piñera contra el Perú, el sueldo de los ministros, el cobro de un cheque por
parte de Antauro Humala y la pelea entre Roberto Martínez y Jean Paul Strauss,
además de la crisis venezolana.
Sin duda, la noticia que
vende no es si un tren llegó “sano y salvo” de Lima a Cerro de Pasco, sino el
descarrilamiento del ferrocarril. O no es noticia que el perro muerda a un
hombre, sino si un hombre muerde a un perro.
Para mí y para hacer
docencia periodística –aunque tal vez no venda muchos ejemplares- debió estar
en las primeras planas y con comentarios continuos, el heroísmo de un peruano
deportista que participó con las costillas rotas, gripe y un músculo desgarrado
en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, en Rusia.
La proeza del esquiador
peruano, Roberto Carcelén, dio la vuelta al mundo. Lesionado llegó a la meta
(otros esquiadores abandonaron la prueba), siendo felicitado por el ganador de
la medalla de oro de la competencia, el suizo Darío Cologna, que lo esperó
media hora para abrazarlo.
Verlo en las imágenes,
portando la bandera patria, me dio un inmenso orgullo de ser peruano. ¡Qué
valentía, coraje y gallardía, de espíritu deportivo, del esquiador peruano! Dio
un ejemplo a todo el Perú. Destacar esta noticia, que levanta el orgullo
nacional es lo que necesitamos los peruanos para elevar el autoestima.
Carcelén merece no solo la
gratitud de los peruanos, sino también un gran reconocimiento por parte de las
instituciones, como el gobierno, municipalidades y hasta los Laureles
Deportivos. Dejó muy en alto el nombre del Perú en todo el mundo.
Es un ejemplo de
deportista. Recuerdo que mi amigo, Iván Dibós, miembro del Comité Olímpico
Internacional, recomendó que las familias deben inculcar a sus hijos el amor al
deporte; al volverlos competitivos, es el mejor antídoto contra todo vicio como
el alcohol y las drogas.
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