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Marqués de la Real Cojudez
20.05.2011 04:57 AM Este novelista no es consecuente con otra ideología que un desaforado “vedetismo”, capaz de sacrificar al Perú en aras de su desbordante vanidad y sed de venganzas.
Antonio A. Herrera-Vaillant aherreravaillant@yahoo.com
A mediados de 1959 Jean Paul Sartre visitó Cuba, se hospedó en la suite más lujosa del Hotel Nacional; y - como buen comunista francés, visceralmente anti-americano- se fascinó con Fidel Castro.
De allí salió un pequeño libro titulado “Sartre on Cuba”, que se cuidó muy bien de publicar en inglés, cual libreto para justificar ante el mundo todo lo que allí pasaba entonces y todo lo que vendría después:
El prestigio de Sartre aportó barniz y propaganda “intelectual” a un osado pistolero, que luego montó una dictadura vitalicia algo parecida a la del paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia: La propia “fiesta del chivo” comunista.
Medio siglo después aparece en el horizonte un septuagenario y literato marqués, promoviendo a un nuevo Chivo Rojo, ladino, probadamente mentiroso y resentido, que sin duda hundirá de nuevo al Perú.
Se trata de un Perú que en dos décadas pasó de ser un país inviable, asediado por el más cruento e irracional terrorismo, a un período de paz y prolongado crecimiento con estabilidad de precios. Un Perú que se coloca como el país de mayor expansión económica en Latinoamérica para este año, con un 7,5% para el 2011. Un país donde el porcentaje de la población en situación de pobreza extrema se redujo de 23% en 1994 a 10% en 2010.
Ahora irrumpe en exabruptos este marqués cholo, protagonizando una pataleta planetaria ante la posibilidad que la hija de quién le aplastó electoralmente hace cuatro lustros pueda hacerse de la Presidencia de aquel país.
Sartre al menos tuvo la honestidad intelectual de ser consistente comunista. Este novelista no es consecuente con otra ideología que un desaforado “vedetismo”, capaz de sacrificar al Perú en aras de su desbordante vanidad y sed de venganzas.
Promueve a un comprobado delincuente contra la inocente hija de uno preso.
Para ello embiste hasta al propio Cardenal Primado, con chismes y epítetos característicos de una amarga y fracasada izquierda, primero “velasquista” y luego terrorista: El mismo miasma.
Lo que no dice Varguitas - así le llamó alguna vez su propia Tía Julia - es que hace 21 años el pueblo peruano le intuyó todo lo chaquetero, mezquino, petulante, superficial y egocéntrico que ahora se revela: En fin, la antítesis de una auténtica hidalguía.
Quizás el monarca español debe considerar un cambio de denominación del título por uno más apropiado:
Marqués de la Real Cojudez, en atención a la irresponsable frivolidad del fatuo ególatra que hoy encarna la
inolvidable frase de El Libertador en Angostura: “El talento sin probidad es un azote”.
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