Publicado en la revista Justo Medio, de Lima-Perú, setiembre 2010
Genocidio armenio. El exterminio silenciado
Por Ricardo Sánchez-Serra*
Si bien este titular no es mío, sino del libro de Súlim Granovsky, es pertinente para este artículo que trata sobre el primer genocidio del siglo XX, la matanza de un millón y medio de armenios por parte de los “Jóvenes Turcos” en 1915, un hecho poco conocido, silenciado, cuyo “negacionismo” es prioridad en la política exterior turca.
Uno de los requisitos que ha impuesto la Unión Europea (UE) a Turquía para ingresar a su comunidad es el reconocimiento del genocidio armenio. Asimismo, el respeto a los derechos de las minorías, como la kurda, que sufre atrocidades y el retiro de sus tropas de Chipre, un país miembro de la UE. Otra situación beligerante turca es la hostilidad con la República de Nagorno Karabaj.
El Premio Nobel de Literatura, Günter Grass, pidió a Turquía reconocer el genocidio armenio: “Esperamos que Turquía forme parte de Europa y podamos hablar sobre estas cosas, pero no como tabú. Los documentos acerca de los crímenes cometidos a los armenios son “comprobables e innegables”.
Los turcos niegan que haya existido la masacre armenia, justificando que eran luchas étnicas, pero testigos –entre ellos el embajador norteamericano, Henry Morgenthau-, historiadores, misioneros y documentos de la época atestiguan que el exterminio fue obra del Imperio Otomano, antecesor del Estado Turco. Los historiadores Arnold Toynbee y James Bryce publicaron un libro que incluye
testimonios de diplomáticos griegos, suecos, noruegos, daneses, alemanes, italianos sobre el genocidio armenio.
Incluso existe un memorándum de 1915 del ministro del Interior, Talaat, que decía “ha sido precedentemente comunicado que el Gobierno, por orden de la Asamblea, ha decidido exterminar totalmente a los armenios. Quienes se opongan a esta orden, no pueden ejercer función alguna de gobierno. Sin miramientos hacia las mujeres, niños e inválidos, por trágicos que sean los medios de traslado, se debe poner fin a su existencia. ”
Igualmente, entre abundantes documentos hay otro: “se decidió exterminar a todos los armenios, sin dejar uno solo con vida. El Partido Unión y Progreso reconoció al gobierno la más amplia legitimidad al respecto. El gobierno dará a los gobernadores y comandantes de ejército las indicaciones necesarias referentes a la organización de la matanza. Los representantes del Partido se ocuparán, en los lugares en que se hallen, de colaborar en este asunto e impedir que cualquier armenio reciba ayuda o cooperación” (Febrero de 1915. Dr. Behaeddin Shakir enlace entre el Gobierno y el Partido Unión y Progreso), citado en el libro de Granovsky. Todo ello demuestra que tanto el Imperio Otomano como el Estado turco perseguían la exclusividad étnica turca.
El genocidio empezó el 24 de abril de 1915 con el arresto y asesinato de los intelectuales, profesionales y religiosos armenios, extendiéndose la masacre hasta 1923. A otros se les secuestraba y ejecutaba. A miles se les deportó al desierto para que mueran de hambre. Niños y mujeres eran eliminados. Los más pequeños también fueron raptados y adoptados por familias turcas para convertirlos al islamismo. Sus iglesias (los armenios son cristianos y constituyeron el primer Estado cristiano de la historia en el siglo IV d.C.) eran destruidas o convertidas en establos. Todas las propiedades eran expropiadas. Se estima que el coste total del saqueo a los armenios llega a 5 mil millones de dólares, el cual es otro motivo del negacionismo turco del genocidio para no resarcirles, el otro es evitar que Turquía sea condenada internacionalmente de crímenes de lesa humanidad.
Relatar todo el sufrimiento de ese pueblo nos llevaría a escribir una novela histórica de terror. Al respecto, evoco la canción Ils sont tombé, de Charles Aznavour alusiva al genocidio armenio: “Ellos han caído sin saber por qué, hombres, mujeres y niños que sólo querían vivir… Mutilados, masacrados, los ojos cubiertos de espanto… Ellos han caído invocando a su Dios. En el suelo de su iglesia o en la entrada de su puerta. En manadas del desierto, titubeando, en cohorte. Vencidos por la sed, el hambre, el hierro, el fuego.”
Turquía ha llegado al extremo de sancionar leyes que condenan a las personas que hablen del genocidio. Un periodista, Hrant Drink –de origen armenio- que buscaba el reconocimiento del genocidio, fue asesinado en el 2007. El premio Nobel de Literatura, Orhan Pamuk tuvo que exiliarse y la lista es extensa.
Ante el negacionismo turco –pueblo descendiente de los nómadas mongoles-, más de 20 países reconocen el genocidio, entre ellos Argentina, Uruguay, Chile, Venezuela y Canadá en América, así como 40 estados y el Congreso de Estados Unidos.
De otro lado, para refutar a los negacionistas en todos los libros de historia deben mencionarse los genocidios, tanto el holocausto judío, como el genocidio armenio, de Darfur, de Ruanda, la barbarie turca contra los kurdos, la masacre contra los argelinos por parte de los franceses y las matanzas perpetradas por Sendero Luminoso, Stalin, Mao, Pol Pot, entre tantas otras. Así ninguno será olvidado.
Turquía acaba de abrir una embajada en Lima y está buscando un tratado de libre comercio con el Perú. En defensa de la verdad histórica y de los principios del Derecho Internacional ¿Será capaz el Perú de reclamarle que primero reconozca el genocidio armenio o prefiere el mercado de 75 millones de habitantes?
*Periodista. Miembro de la Asociación de la Prensa Extranjera.
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